La desaparición de Paty Cuéllar

Paty Cuéllar fue una activa colaboradora de movimientos cristianos juveniles de la Iglesia Católica, desde 1975; entre 1979 y 1980 fue secretaria del Socorro Jurídico Cristiano, lo que le acarreó el inicio de su persecución por parte de agentes estatales. Entre agosto y septiembre de 1978, aproximadamente 50 elementos de la ahora extinta Policía Nacional —vestidos de civil y fuertemente armados— allanaron su casa. Registraron minuciosamente las habitaciones e interrogaron a quienes allí se encontraban, entre ellos a la propia Paty; ésta fue fotografiada entonces, lo que despertó enormes sospechas; luego, se retiraron del lugar a bordo de varios “radio-patrullas”, que portaban en las puertas y capotas los símbolos de ese sangriento cuerpo de seguridad.

El 5 de julio de 1980, las instalaciones del Socorro Jurídico Cristiano fueron allanadas y saqueadas por elementos combinados de los cuerpos de seguridad y de la Fuerza Armada de El Salvador; en el informe que elaboró la Policía Nacional sobre este atropello, se calificó a todos los miembros de la institución como “subversivos”. En el aludido documento, también figuraba el nombre de Patricia Cuéllar. A raíz de dicho incidente fue que ella renunció al cargo que venía desempeñando, ya que la persecución contra su persona y otros miembros de su familia se había intensificado.

En abril de 1981, específicamente el miércoles de la Semana Santa, militares vestidos con uniformes color verde olivo irrumpieron dentro de su casa de habitación y la registraron. Los efectivos castrenses llegaron a bordo de dos vehículos de la Fuerza Armada de El Salvador y cercaron la zona como a las 23:00 horas, mientras estaba vigente en todo el país el “toque de queda” o “ley marcial”. Debido a que Paty no se encontraba en la casa, los miembros del Ejército obligaron a los familiares presentes a decir la dirección del padre de Paty, Mauricio. De inmediato, los militares se dirigieron a la casa de habitación de éste; ahí lo interrogaron, preguntándole en forma insistente y amenazadora por su hija Patricia Emilie.

El 27 de julio de 1982, apenas un día antes de su desaparición, Paty Cuéllar se presentó en las instalaciones del Socorro Jurídico Cristiano para denunciar la persecución de la que estaba siendo víctima por parte de agentes estatales vestidos de civil, mientras manejaba en su vehículo por las calles de San Salvador. En medio de todos estos hechos destaca la presencia circunstancial de la señora Julia Orbelina Pérez, quien apenas tenía un mes y veinte días de trabajar para la familia Cuéllar. La señora Julia Pérez había dedicado buena parte de su vida a trabajar en el servicio doméstico en varias residencias de la capital y visitó a sus familiares, por última vez, el domingo 25 de julio de 1982; esa noche la pasó en casa de su hermana Teresa Pérez de Ramos y de ahí, el lunes 26 de julio a las seis de la mañana, salió hacia la residencia de Mauricio Cuéllar, lugar del que ambos desaparecerían dos días después.

El miércoles 28 de julio de 1982, Paty Cuéllar —entonces de 24 años de edad— salió de su casa en compañía de Maite María, su hija de tres años, Javier Ernesto de casi dos años, el hijo, y la más pequeña, Ana Gabriela de ocho meses. Debía llevarlos a la guardería donde acudían regularmente y en la que permanecían hasta las 17:30 horas, que era la hora que su mamá acostumbraba pasar para el retorno a casa. Ese día transcurrió con aparente normalidad hasta que, aproximadamente a las 19:30 horas, desde la dirección de la guardería se comunicaron vía telefónica con Mauricio Cuéllar para informarle que las dos niñas y el niño aún permanecían en esas instalaciones, sin que la madre se hubiese comunicado o hecho presente como ocurría normalmente. Ante esta situación, el abuelo recogió a las criaturas y las llevó a la casa de una hermana. Esa fue la última vez que Mauricio fue visto por su familia; del paradero de Paty, no había noticia alguna.

Con respecto a Mauricio Cuellar, padre Paty, luego de llevar a sus tres nietos a la casa de su hermana regresó a la propia con la intención de investigar y localizar a su hija desaparecida. Habló por teléfono a varios parientes y amigos para preguntarles sobre el paradero de Patricia, insistiendo en ello hasta por lo menos las diez de la noche. Entre las últimas horas de ese día y la madrugada del jueves 29 de julio de 1982, Mauricio fue sacado violentamente de su casa, junto con su empleada doméstica; en horas de la mañana, se encontró un completo desorden al interior de la vivienda y señales evidentes de “cateo” en todas las habitaciones.