Recuerdos Navideños

Por Natalia Rodriguez

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Cuando yo era pequeña la anticipación por la Navidad era inmensa, particularmente en el pequeño pueblo donde crecí. Las temperaturas bajaban para darnos un pequeño respiro del clima tropical y caliente de Zacatecoluca, un pueblo al sureste de la capital en El Savador. La preparación de las fiestas patronales del pueblo comenzaba desde noviembre. Estas celebraciones duraban el mes entero. Diciembre es una celebración en el pueblo de mi mamá.

La Navidad en Latinoamérica se trata de la familia, no de los regalos, ni arbolito, mucho menos de las decoraciones. Navidad se trata de pasar y disfrutar tiempo con la familia. La celebración se centra más en el día 24 que en el 25. Para la Nochebuena, las familias preparan una rica cena, recetas especiales que son sólo preparadas una vez al año para tan importante celebración. La cena es seguida por la reventazón de cuetes que hacen los niños. Mientrastanto, los adultos esperan ansiosamente que llegue la media noche para celebrar el nacimiento del niño Jesús.

Durante la primera semana de diciembre, mi abuela y yo sacábamos las cajas empolvadas en las que el año anterior habíamos guardado las decoraciones navideñas. Yo le ayudaba a poner su tradicional nacimiento. Recuerdo que un año mientras trabajábamos en las decoraciones me dijo: “la Navidad es sólo para los niños, es para darles felicidad a los niños. Para nosotros los viejos la navidad no es felicidad.” En ese momento no entendí que era lo que estaba diciendo porque para mí todo el mundo debía ser feliz en Navidad sin importar la edad. Muchos años después me di cuenta que para mis abuelos la Navidad era una época difícil, pues muchos recuerdos debían inundar sus mentes. Recuerdos de celebraciones en familia, una familia que fue mutilada en el momento que su hija menor, Silvia Georgina Rodriguez Peña de Rodriguez, mi madre, fue desaparecida a la fuerza. Una hija a la que sabían perfectamente que nunca iban a volver a ver y mucho menos abrazar. Aún con este dolor tan fuerte ellos se esforzaron por mantener una actitud festiva y hacer cada Navidad inolvidable para mí. En esa ocasión lo que mi abuela realmente quiso decir fue: “La Navidad es para VOS, es para hacerte feliz a VOS.”

Cada año mi abuela me llevaba a comprar el ya tradicional estreno del 24. Después íbamos a comprar los cuetes y la comida. Yo le ayudaba a preparar la exquisita cena y ella a cambio me ayudaba a enviar las cartas que yo le había escrito al niño Jesús. Después de la cena, sacábamos sillas y nos sentábamos afuera de la casa a desearle una feliz navidad a los transeúntes y a nuestros vecinos. La noche del 24 había una escasez de niños en nuestra calle, todos los vecinos de mi edad y con los cuales jugaba durante el año se iban a pasar el 24 con sus respectivas familias que vivían en otras ciudades. Usualmente salían la mañana del 24 y en la mayoría de los casos no regresaban sino hasta el 26 de diciembre.

Yo prácticamente era la única niña en nuestra calle y por esta razón mi abuelo tenía que reventar los cuetes conmigo, una actividad que él no disfrutaba pero pretendía que sí.

Yo crecí como hija única cuando se suponía que no sería así. Mi mamá comenzaba el último trimestre de su Segundo embarazo cuando fue desaparecida a la fuerza el 23 de Junio de 1983. Mi pequeño hermano no llegó ni siquiera a dar su primer grito. Su vida inocente fue arrebatada por los escuadrones de la muerte del Ejercito Salvadoreño, al mismo tiempo que asesinaban a nuestra mamá.

En diciembre es casi una norma recibir visitas de familiares y vecinos que residen en el extranjero ya sea EEUU o Canadá. Algunos amiguitos míos recibían visitas anuales de sus papás para estas épocas. Mi papá nunca me pudo visitar, no porque no quisiera si no porque no podía. Años atrás él salió huyendo del país para poder salvar su vida. Gracias a este exilio impuesto sobre él yo no fui una completa huérfana, yo sabía que tenía un papá viviendo en otra parte. Una persona a la cual ni siquiera recordaba, una persona que durante muchos años no fue más que una voz en el teléfono. Regresar a nuestro país significaba poner su vida y la de nosotros a la disposición de los escuadrones de la muerte.

Mi infancia está llena de muchos recuerdos bonitos tanto de mi abuela como de mi abuelo. Fácilmente podría escribir un libro con mis recuerdos navideños. Desafortunadamente ninguno de estos recuerdos incluye a mi mamá, a mi hermano menor o a mi papá. Las navidades con mi mamá fueron limitadas a sólo dos. En la primera Navidad yo era una recién nacida y para la segunda había cumplido apenas un año. De ninguna ocasión tengo recuerdo ya que estaba demasiado pequeña para recordar algo.

La Navidad es la mejor época del año para los niños y no es debido a los regalos. Un niño atesora el tiempo que pasa junto a su madre, su padre y sus hermanos. En mi caso tengo memorias de dos cosas: las navidades con mis abuelos y esas navidades que no disfruté con mi mamá y hermano. Con mi papá hemos pasado varias navidades juntos ahora que soy una adulta y de esta manera hemos podido recuperar un pequeño porcentaje del tiempo perdido. Pero todas esas navidades que me perdí con mi mamá y con mi hermano menor nunca las podré recuperar. Esa oportunidad fue abruptamente arrebatada, de igual manera sus vidas fueron injustamente finalizadas.

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Natalia Rodríguez se reunió con su padre en EEUU a los 17 años de edad. Estudió en la Universidad de Houston de donde se graduó como ingeniera industrial. Actualmente se desempeña como gerente de proyectos en la industria petrolera. La búsqueda por los restos de su mamá continúa. Su madre, Silvia Georgina Rodriguez Peña de Rodriguez, se encuentra en la lista de cerca de 10,000 Desaparecidos durante la guerra civil en El Salvador.